Por: Jorge Alarcón
2da. Edición
Cielo despejado, aire limpio, verdes paisajes y ruidos indescifrables. Así es el oriente peruano, tierra exótica y caliente que nos brinda mucho más que un contacto con la naturaleza y con gente hospitalaria. Es también un lugar en donde se pueden descubrir sabores impensados y deliciosos, de raras presentaciones y mágicos efectos.
La aventura en estos parajes, se inició en la capital de la provincia del departamento de San Martín : Tarapoto. Ésta ciudad, llena de mototaxis y de chicas con ropas ligeras, es un cofre de sorpresas para los interesados en explorar las artes culinarias con productos tropicales y exóticos. Para iniciar, nos recomendaron el restaurante “Real”, ubicado en plena Plaza de Armas de la ciudad. Las instalaciones son sencillas y espaciosas, con un aire típico pero modernizado para los turistas, sin llegar a ser sofisticado. Comenzamos por calmar la sed que nos tenía atontados (como consecuencia de los 30 grados de temperatura que reinaba en la zona), con una Aguajina, que es un refresco helado hecho en base a la fruta más representativa de la selva peruana: El Aguaje. Esta delicia nos renovó de energías para poder devorar los platos especiales que nos iban a preparar. El sabor de éste refresco, tiene mucho dulce y un toquecito de amargo muy parecido al de la cerveza común, pero esa combinación calma la sed de cualquiera en pocos segundos.
Luego de tan agradable sensación, devoramos en muy corto tiempo un Chupe de Camarones, con un huevo montado como presentación rodeado, valga la redundancia, de unos camarones gigantes como nunca se han visto en Lima. En Tarapoto, el camarón es muy solicitado y apreciado, ya que su tamaño y sabor pueden ser comparables sólo a los que produce Arequipa. El gusto de éste platillo caliente es insuperable, a pesar de las altas temperaturas, que provoca rep
etir diariamente. Se los recomiendo.
Para la tarde, cuando el movimiento y el sol bajan un poco, se puede apreciar un espectáculo sin igual. En los alrededores de la Plaza de Armas, salen de las casas mujeres con parrillas artesanales a preparar básicamente tres potajes : El Boquichico Asado, El Juane y El Ninajuane.
El Boquichico, es un pez amazónico llamado así por su pequeño hocico que al calor de las brasas en hojas de plátano, es un manjar exquisito para esas horas vespertinas. El Juane, es arroz con huevo, gallina, manteca y especias contenido por hojas de plátano atadas como un pequeño bolso. Este potaje es un símbolo de las costumbres amazónicas y cuyo raro pero envolvente sabor encierra todo el misticismo de esta región del país. El Ninajuane, es poco provocativo a la vista, pero una vez que se prueba, resulta ser muy interesante al paladar. Consiste en una mezcla de huevo con vísceras de pollo con una consistencia espesa. Totalmente recomendables para sentir la fuerza de la selva.
Finalmente, está la cecina con chorizo y tacacho. La cecina, es la carne de cerdo ahumada, que se presenta frita y en delgados filetes. El chorizo, no es como el que comemos en el desayuno, éste más bien tiene mejor contextura y un color marrón oscuro, con un sabor totalmente diferente al de nuestra capital. El acompañamiento ideal es el tacacho, que se prepara con plátano machacado en mortero, con manteca de cerdo y trocitos de cecina en chicharrón. Su presentación es una generosa porción en forma redonda, característica de los lugares de comida típica selvática. Simplemente extraordinario.
Así nos despedimos de está región, quedando aún mucho por explorar, lo que detallaremos en una segunda parte de ésta aventura en los dominios del Amazonas. Hasta otra expedición culinaria.
Cielo despejado, aire limpio, verdes paisajes y ruidos indescifrables. Así es el oriente peruano, tierra exótica y caliente que nos brinda mucho más que un contacto con la naturaleza y con gente hospitalaria. Es también un lugar en donde se pueden descubrir sabores impensados y deliciosos, de raras presentaciones y mágicos efectos.
La aventura en estos parajes, se inició en la capital de la provincia del departamento de San Martín : Tarapoto. Ésta ciudad, llena de mototaxis y de chicas con ropas ligeras, es un cofre de sorpresas para los interesados en explorar las artes culinarias con productos tropicales y exóticos. Para iniciar, nos recomendaron el restaurante “Real”, ubicado en plena Plaza de Armas de la ciudad. Las instalaciones son sencillas y espaciosas, con un aire típico pero modernizado para los turistas, sin llegar a ser sofisticado. Comenzamos por calmar la sed que nos tenía atontados (como consecuencia de los 30 grados de temperatura que reinaba en la zona), con una Aguajina, que es un refresco helado hecho en base a la fruta más representativa de la selva peruana: El Aguaje. Esta delicia nos renovó de energías para poder devorar los platos especiales que nos iban a preparar. El sabor de éste refresco, tiene mucho dulce y un toquecito de amargo muy parecido al de la cerveza común, pero esa combinación calma la sed de cualquiera en pocos segundos.
Luego de tan agradable sensación, devoramos en muy corto tiempo un Chupe de Camarones, con un huevo montado como presentación rodeado, valga la redundancia, de unos camarones gigantes como nunca se han visto en Lima. En Tarapoto, el camarón es muy solicitado y apreciado, ya que su tamaño y sabor pueden ser comparables sólo a los que produce Arequipa. El gusto de éste platillo caliente es insuperable, a pesar de las altas temperaturas, que provoca rep
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Para la tarde, cuando el movimiento y el sol bajan un poco, se puede apreciar un espectáculo sin igual. En los alrededores de la Plaza de Armas, salen de las casas mujeres con parrillas artesanales a preparar básicamente tres potajes : El Boquichico Asado, El Juane y El Ninajuane.
El Boquichico, es un pez amazónico llamado así por su pequeño hocico que al calor de las brasas en hojas de plátano, es un manjar exquisito para esas horas vespertinas. El Juane, es arroz con huevo, gallina, manteca y especias contenido por hojas de plátano atadas como un pequeño bolso. Este potaje es un símbolo de las costumbres amazónicas y cuyo raro pero envolvente sabor encierra todo el misticismo de esta región del país. El Ninajuane, es poco provocativo a la vista, pero una vez que se prueba, resulta ser muy interesante al paladar. Consiste en una mezcla de huevo con vísceras de pollo con una consistencia espesa. Totalmente recomendables para sentir la fuerza de la selva.
Finalmente, está la cecina con chorizo y tacacho. La cecina, es la carne de cerdo ahumada, que se presenta frita y en delgados filetes. El chorizo, no es como el que comemos en el desayuno, éste más bien tiene mejor contextura y un color marrón oscuro, con un sabor totalmente diferente al de nuestra capital. El acompañamiento ideal es el tacacho, que se prepara con plátano machacado en mortero, con manteca de cerdo y trocitos de cecina en chicharrón. Su presentación es una generosa porción en forma redonda, característica de los lugares de comida típica selvática. Simplemente extraordinario.
Así nos despedimos de está región, quedando aún mucho por explorar, lo que detallaremos en una segunda parte de ésta aventura en los dominios del Amazonas. Hasta otra expedición culinaria.
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