Por: Jorge Alarcón C.
1era. edición
El distrito de Chiclayo esta ubicado al norte de nuestro país y es parte de la provincia del mismo nombre, perteneciente al departamento de Lambayeque. Este concurrido lugar, centro del comercio norteño, no se caracteriza por bellos paisajes ni por lugares turísticos que sean su punto principal de atracción, como el muy común viajero pensaría. Chiclayo, es fundamentalmente un punto en el mapa de los aventureros para la diversión nocturna y por sobretodo para conquistar a los paladares más exigentes. Es así, que junto con un amigo de mis épocas escolares decidimos comprobar in situ lo que este lado costeño del país nos ofrecía.
Desayunos Generosos
Nuestro amigo y excelente guía, José Manuel mas conocido como “El Mariscal”, nos traslado del hotel en donde nos alojamos a una picantería/marisquería llamada “Boomerang”, cuya fachada no hacia presagiar ni al mas adivino, la extraordinaria sorpresa que nos aguardaría en su interior. La decoración no es muy atractiva, y el ambiente que nos toco era un poco oscuro para mi gusto, pero el hambre y la sed de los que ya éramos presas, nos hizo dejar de lado estos pequeños detalles. Luego de que todos los trabajadores del local saludaran a nuestro guía, quien era un asiduo concurrente del local (lo que nos libro de la cuenta), este hablo con la dama que atendía las mesas y le hizo algunos ademanes que no comprendimos. Como para darnos la bienvenida nos trajo dos cervezas heladas y un plato lleno de cancha para amenguar el voraz apetito que reflejaban nuestros rostros, lo cual nos pareció un oasis en el desierto. Cuando íbamos por la cuarta botella de cerveza, hizo su aparición la mesera con una fuente en sus manos, la cual gracias al cielo nos dejo para nuestro deleite. ¿Y qué contenía este misterioso potaje?, era nada menos que un sudado de mero con tramboyo, el cual despedía un aroma exquisito que llamaba a degustarlo rápidamente. En nuestros platos individuales, nos servimos una generosa porción de sudado (que además contenía una deliciosa mixtura de mariscos) con camote, yuca y la clásica sarandaja, un buen puñado de cancha y una cucharada de leche de tigre (que nos habían traído en una vasija). Esta combinación le daba un complemento al sabor del sudado de manera perfecta, generando una agradable sensación de gustos en nuestros aun incipientes paladares. Fue un desayuno poco ortodoxo para un par de limeños acostumbrados al pan con huevo y café diario, pero lo repetiríamos incansablemente, sobretodo después de una noche de juerga devastadora para el cuerpo. No pueden dejar de probar este platillo, al cual he tratado de describir con palabras que no expresan en su totalidad su extraordinario sabor.
Almuerzos al Aire Libre
Ya con ganas de ingerir nuevos potajes, nos dirigimos por recomendación de nuestro guía, al conocido balneario de Pimentel, a media hora de Chiclayo, dispuestos a almorzar como es debido a esa hora del día. Llegamos a un restaurante llamado “La Taberna”, ubicado frente al mar, en donde nuestro anfitrión fue “el Churre”, un piurano carente de carnes pero sobrado de buen ánimo y disposición para atendernos. Para comenzar nos trajo dos cervezas súper heladas para soportar el calor (entrada habitual en todos los sitios de comida de Chiclayo), y luego de algunos minutos nos sorprendió con una fuente de cebiche de toyo y otra de chicharrón de mariscos. En cuanto al cebiche, la frescura y la calidad del pescado es realmente insuperable, con un toque preciso de ají y limón que le dan una relevancia de sabor digno de elogio. También así el chicharrón, que incluso pasando por el proceso natural de fritura no pierde la frescura del producto marino, al cual se le esparce un poco de limón, junto con la cebolla y las yucas fritas que lo acompañan conforman un platillo al cual nadie con buen gusto se puede negar.
Para el almuerzo del siguiente día (domingo), elegimos otra vez la vista al mar, pero esta vez en el balneario de Santa Rosa , en donde abundan las embarcaciones pesqueras y los pescadores artesanales en sus totoras (embarcaciones pequeñas de paja). Al terminar un pequeño paseo por el malecón, ingresamos a la cebichería “Sabores Del Mar”, un bonito local que sobresale a comparación de las pequeñas y sencillas casas de este balneario. Su carta es muy variada y con precios cómodos para la calidad del sitio. Decidimos al fin, hacer el pedido el cual consistió en : De entrada, conchas a la parmesana, noche de bodas y un cebiche de mero; de fondo una tortilla de huevera, otra de langostinos y un sudado de tramboyo. Tremendo banquete marino. Quiero detenerme a detallar puntualmente 3 platos. Primero la espectacular entrada de conchas de abanico a la parmesana, gratinadas con queso y servidas tibias en sus contenedores naturales. Es un paraíso de sabor comerse esos mariscos que el mar norteño provee en abundancia. Insuperable. Luego, esta la “noche de bodas” que es un concentrado de pescados y mariscos servido en una pequeña taza de té (no nos quisieron dar la receta, pero por el nombre, ya sabemos para que sirve), entrada ideal antes de un suculento plato de fondo, ya que se toma caliente con una pizca de limón. Simplemente exquisito. Y como no mencionar la gran tortilla de huevera de perico, una consistente mezcla de huevos, verduras y huevera que hacen un maridaje ideal y supremo para el más exigente. Sin palabras.
El lunes, ultimo día de nuestro viaje, no podíamos irnos sin despedirnos como se debe de esta tierra que nos acogió con tanto cariño. Nuestro guía “El Mariscal”, nos recogió del hospedaje al mediodía y nos fuimos rumbo a un pueblo llamado Callanca, en las afueras de la ciudad, en donde nuestro amigo nos había dicho que servían unos platos alucinantes. Había pasado más de media hora de camino, pasando por trochas y en medio de las chacras de arroz, con un sol abrasador y con hambre y mucha sed, empezamos a pensar si realmente nuestro guía no se había perdido o desviado del camino. Luego de algunos minutos más, ya totalmente famélicos y agotados, creo que Dios es peruano, por fin llegamos al sitio indicado. Era una casa hacienda muy humilde, con 4 mesitas de madera ubicadas en la entrada, sobre pasto fresco y cañas que le daban forma al rustico comedor. El lugar se llamaba “Sr. Paraíso”, y hacia honor a su nombre por la bonita vista natural y por los platos que íbamos a probar posteriormente. El banquete final se inicio con una botella de vino artesanal, hecha por el mismo dueño, un señor mayor y de pelo cano, muy amable y campechano. El vino estaba realmente exquisito ya que lo sirven helado como aperitivo y bajativo a la vez. Comenzamos con el típico cebiche de toyo para calentar motores, el cual no tenía nada que envidiar a los de la playa de Pimentel y Santa Rosa. Después de atacar vorazmente este plato, el dueño nos trajo un potaje que particularmente yo no había probado (y eso que he viajado mucho por el Perú) : Chicharrón de Pato. Así como lo leen, pato en una versión desconocida, no en el clásico arroz, sino dorado con especias y acompañado de yuca. Realmente un manjar nacional. El sabor es exquisito y, raro en el pato, la suavidad de la carne sorprende a cualquiera. Creo que nunca bastarían los elogios para este plato. Supremo.
Estábamos muy satisfechos con la comida, con el estomago lleno y la nostalgia de saber que dentro de algunas horas nos regresaríamos a la rápida vida limeña, pero aun había más. “El Mariscal”, había pedido otro plato (me sorprendió un poco, aunque ya conocía su descomunal apetito), al cual nos resistimos en un principio, pero que al verlo y sentir su aroma, hicimos espacio en nuestro agradecido estómago y con ayuda del vino lo pudimos terminar. Era una fuente de carne seca con plátano asado, parecido a la cecina de la selva, pero de res. Estaba presentada en trozos pequeños y dorados, irresistible para carnívoros como nosotros, que desaparecimos este extraordinario plato. Sin lugar a dudas, nos hizo pensar en quedarnos a vivir ahí.
Totalmente repletos de comida, pero muy contentos y satisfechos con el viaje, nos despedimos de Chiclayo y de su gente, de sus playas y sobretodo de su inigualable arte culinario, que debe convertirse en el mayor atractivo turístico de este distrito. Con el fuerte abrazo que le dimos a José Manuel “El Mariscal”, nuestro excelente guía y amigo, en el terminal de buses, resumimos el agradecimiento hacia él y hacia ese cálido pedazo de norte que nos hizo sentir placeres nunca antes experimentados en lo que a comida peruana se refiere. No pueden dejar de ir, no se arrepentirán. Hasta otro destino.
3 comentarios:
esta bonitala pagina...
yosoy americano y quiero saber de la peruvian food!!
kurt cobain
Es el mejor articulo que he leido ultimamente. Se percibe el gusto por los sabores nuevos en el autor.Espero que sigan escribiendo sobre otros destinos.
Hey dude!!!
I wanna know more about the peruvian food... I´m from Nigeria, and I´m gonna travel to Peru on August. I gonna be in Lima, Porto Maldonad and Cusco. Any recomendations you can give me.
Thank you.
Uzomah
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